Un mar de cambios.
Climático 6:52
Pero éste no es el único cambio que está sufriendo el mar al que se asoma Asturias: se están detectando una serie de alteraciones que afectarán a la supervivencia de especies básicas para el mantenimiento de los ecosistemas, como los corales y el fitoplancton. Los investigadores del Grupo de Ecología de Sistemas Acuáticos de la Universidad de Oviedo, que dirige Ricardo Anadón, en colaboración con el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y en el marco del Proyecto Radiales, llevan quince años recogiendo información del medio marino en tres estaciones distintas. Su trabajo les permite ofrecer un análisis de las dinámicas marinas que afectan al Cantábrico y al Atlántico.
Últimos hallazgos
Uno de sus descubrimientos más recientes ha permitido explicar por qué en los últimos años se había producido un descenso en la salinidad del Cantábrico. En un primer momento, surgieron hipótesis que apuntaban hacia el deshielo de los casquetes polares, que estarían suministrando a los océanos un agua con menor concentración de sal. Pero las observaciones del equipo de Anadón señalan hacia un aspecto del que se sabía muy poco hasta ahora: el origen de las masas de agua centrales.
Como explica Anadón, “el mar está compuesto por varias capas, en una estructura que recuerda a una milhoja. Las capas más profundas son las más frías y, por tanto, las más densas. Y, debido a esta diferencia de densidad, no pueden mezclarse con las capas centrales”. Gracias a su trabajo, se sabe que al Cantábrico llegan aguas centrales con tres orígenes distintos, que cambian cada año: subpolar, subtropical y del Golfo de Vizcaya.
Este hallazgo permite explicar que, después de una tendencia continuada de disminución de sal, se produjera en 2006 un repentino aumento, un hecho que no encajaba con la “teoría del deshielo” y que se debió a la llegada de aguas centrales de origen subtropical, que presentan una mayor concentración de sal.
En cuanto a las implicaciones de este conocimiento, “en este momento, estamos estudiando cómo influyen los movimientos de estas masas de agua en el calentamiento del Cantábrico, puesto que si llegan aguas subtropicales, contribuirán a acelerarlo, mientras que si llegan aguas subpolares, tendrán el efecto contrario”, señala Anadón.
Más ácido
Aunque en ocasiones se les haya presentado como potenciales sumideros de CO2, los océanos están viendo mermada su capacidad para absorberlo. Anadón cita al respecto las conclusiones del Global Carbon Project: “entre 1800 y 1994, los mares tenían la capacidad de captar el 48% de CO2 atmosférico; mientras que entre los años 80 y hasta el final del siglo pasado, esta capacidad decayó hasta el 32%”. Esto se explica por el incremento de las emisiones, y porque los mares están saturándose del principal causante del efecto invernadero.
¿Y cómo afecta a los organismos marinos el aumento de CO2 en su hábitat? El CO2 disuelto modifica el pH del agua marina, que se vuelve más ácida. Como explica Anadón, “según los modelos al uso, la acidificación elevará la profundidad del horizonte de saturación, que podrá alcanzar la superficie durante este siglo. En esta situación, los organismos marinos con esqueleto tendrán problemas para formarlos, lo que puede provocar su extinción”. Se trata de corales, moluscos, erizos y algunas algas, porque, por debajo de la profundidad del horizonte de saturación, su esqueleto se disuelve.
Este fenómeno no es solamente una previsión de futuro: “El cambio ya se ha producido, y es de 0,1 unidades de pH. Además, la acidificación reduce la capacidad de los océanos para absorber CO2”, resalta Anadón. Debido a esta serie de efectos que produce el CO2 disuelto en el mar, el científico considera que la opción de inyectar el gas en los fondos marinos como medida contra el cambio climático no es nada aconsejable.
Menos nutrientes
Otra de las observaciones del equipo de Anadón es que en el Cantábrico está disminuyendo la intensidad de los afloramientos de aguas profundas, un fenómeno marino vital para la renovación de las aguas superficiales, especialmente en verano. Los afloramientos traen consigo nutrientes esenciales para las algas microscópicas (fitoplancton) que producen los mayores niveles de fotosíntesis (y por tanto, de transformación de CO2 en materia orgánica que permite alimentar a muchas otras especies).
Los afloramientos en el Cantábrico se producen cuando sopla el Nordeste, viento que, combinado con el movimiento de rotación de la tierra, genera corrientes que hacen ascender masas de agua del fondo marino. Anadón explica las consecuencias que tendría una disminución notable de los afloramientos: “El calentamiento de las aguas superficiales durante el verano establece una diferencia de densidad de esta pequeña capa de agua, lo que evita que se mezcle con el resto. Y cuando el fitoplancton agota nutrientes como fosfatos o nitratos, si no se produce una renovación de agua, estas algas comienzan a escasear”. La disminución de la capacidad productiva del fitoplancton afectaría directamente a todo el ecosistema marino, en el que se incluyen las especies que consume el hombre.
Todo ello está teniendo efectos muy claros ya no sólo a nivel medioambiental, sino que la actividad humana relacionada con el mar se está resintiendo notablemente: “el nivel de capturas está disminuyendo de forma espectacular, y ello genera un coste social, que se puede observar, por ejemplo, en la pérdida de caladeros o en el incremento de subsidios para la pesca”.
Pese a las alteraciones que están sufriendo los ecosistemas marinos en todo el mundo, incluido el Cantábrico, Anadón considera que el cambio de mentalidad colectiva está aún lejano: “es difícil extender la conciencia de que el mar realmente está en peligro, aunque organismos internacionales como el PNUMA o la FAO ya han empezado a dar señales de alarma, porque se trata de un problema serio para la humanidad”.
Fuentes: Ficyt