Seis centrales atomoeléctricas japonesas solicitarán autorización para volver a operar.

Seis centrales atomoeléctricas japonesas solicitarán autorización para volver a operar bajo las directrices de seguridad que adoptará desde mañana la Autoridad Nacional de Regulación Nuclear.

Esas normas obligarán a establecer planes contra accidentes, pues antes eran opcionales y medidas más eficientes contra terremotos y maremotos.

De acuerdo con la televisión nacional nipona, NHK, representantes de seis centrales nucleares se disponen a solicitar autorización para reiniciar operaciones en cuanto las directrices entren en vigor el próximo 8 de julio.

Son ellas las usinas de Tomari, en Hokkaido; Oi y Takahama, en la prefectura de Fukui; Ikata, en la prefectura de Ehime; Genkai, en la prefectura de Saga; y Sendai, en la de Kagoshima.

Todas funcionan con reactores de agua a presión, mucho más modernos que los de agua en ebullición de la malograda central Fukushima Uno.

El estudio de las solicitudes dilatará unos seis meses y la reactivación de los reactores requerirá del visto bueno de las comunidades locales.

La Autoridad de Regulación Nuclear de Japón exige, entre otros requerimientos, pruebas ultrasónicas de las estructuras de los reactores y un examen riguroso de la resistencia de las cubiertas protectoras de hormigón.

Se obliga a la utilización de cables no inflamables y de más de dos tuberías para inyectar agua en los reactores.

Japón ha acentuado la búsqueda de alternativas energéticas para minimizar la experiencia fatídica de lo sucedido el 11 de marzo de 2011 con el terremoto y posterior tsunami que causó el accidente de la central nuclear de Fukushima Uno.

Las autoridades cancelaron las actividades de 48 de las 50 plantas electroatómicas existentes en el país, lo cual originó un déficit de generación mucho más sensible para la población durante la temporada invernal.

El incremento de compra de gas natural y otros combustibles, una de las soluciones inmediatas a la escasez, ocasionó mayores gastos a la economía nipona y consiguiente aumento del déficit fiscal; el actual duplica el Producto Bruto Interno japonés, una cifra enorme cuando se trata de la tercera potencia económica mundial.